👂 El líder inteligente no habla más, escucha mejor...
justo lo contrario que el listo.
He asistido a muchas reuniones, y en algunas todo el mundo lo ve claro.
Una persona habla alto, corta a los demás, dispara argumentos sin parar y parece que domina la sala. Puede incluso que tenga razón. Que sus ideas sean buenas. Que haya estudiado más que nadie el tema. Y sin embargo, algo no encaja.
Porque a pesar de todo ese despliegue, no genera participación. No construye equipo. Solo se impone a los demás.
He estado también en reuniones donde la persona más tranquila, la más amable, interviene en el momento justo. Escucha con atención real. No necesita interrumpir. No fuerza nada.
Pero cuando dice algo, el clima cambia:
Se ordena el debate.
Los demás se atreven a opinar.
La conversación deja de ser combate.
Y empieza a ser diálogo.
Durante años pensé que el liderazgo tenía que ver con brillar. Con ser el más listo de la sala.
Pero me di cuenta —en parte porque yo nunca fui el más listo— de que eso no siempre basta. Hace tiempo que no busco ser el que más sabe. Y probablemente por eso, he podido liderar equipos llenos de personas mucho más listas que yo.
Gente brillante. Técnicamente superior. Pero con ganas de remar juntos. Y eso es lo que muchas veces nos ha hecho avanzar.
No el ego. Sino el respeto.
La escucha.
La amabilidad.
¿Y tú que prefieres ser un líder listo o uno inteligente?
Porque el primero quiere destacar él. Y el segundo sabe que, si destaca su equipo, ganan todos.
A mí me costó entenderlo, pero cuando lo hice, todo encajó. Y desde entonces, no tengo prisa por hablar en ninguna reunión.
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Hace mucho tiempo que no tengo interés en impresionar.
Me basta con que la gente a mi alrededor quiera volver a sentarse en la mesa, y construir juntos.
Ya lo dijo un sabio de esto:
“El liderazgo no es llamar la atención. Es crear el espacio para que otros se atrevan a hablar.”
—Simon Sinek
4 preguntas para reflexionar sobre el tipo de líder que quieres ser:
¿Qué pasa cuando tú hablas en una reunión?
¿Te cuesta más escuchar o intervenir con intención?
¿Cuántas veces buscas convencer, en lugar de comprender?
¿Has estado en un equipo donde brillan todos menos tú… y te has sentido útil igual?
Si respondes a estas, te lanzo una quinta. Pero esa es personal. Y toca más de lo que parece.
P. D. No lideres para que te aplaudan. Lidera para que otros quieran dar lo mejor que tienen.
P. D. 2. Un líder amable no es blando. Un líder amable es capaz. Y muchas veces, más lúcido que los que más ruido hacen.
Un abrazo con Método.
Chema Portero —”Liderazgo+Coaching+Kaizen=Método LCK”
Coach de líderes imperfectos que eligen hacerlo mejor cada día.


Muy bueno. De hecho cuando estás en una reunión y una persona que no ha hablado dice de manera calmada algo y encima contradiciendo lo anterior.....sabes que el líder (jefe) acaba de hablar jajaja
Chema, gracias por recordarnos algo que aprendí tarde… pero a tiempo.
Durante años, como directivo en grandes corporaciones, confundí el liderazgo con la brillantez personal. Preparaba los mejores argumentos, afinaba presentaciones impecables, y hablaba primero… convencido de que eso era liderar. No lo era. Era demostrar.
El giro llegó el día que entendí algo sencillo: cuando tú hablas, tú aprendes poco. Pero cuando creas el espacio para que otros hablen, el equipo entero crece. Y ahí sí: se lidera de verdad.
Me ha tocado liderar salas llenas de talento más joven, más rápido, más técnico que yo. Y descubrí que escuchar con intención, intervenir con calma y confiar en el otro era mucho más poderoso que imponer argumentos.
No siempre es fácil. El ego —el mío también— reclama su sitio. Pero cuando eliges el respeto por encima del brillo, pasa algo mágico: la gente se compromete.
Gracias por esta reflexión. Me la guardo. Y sí: hace mucho que dejé de querer ser el más listo de la sala. Me basta con ser el que crea las condiciones para que otros brillen.